martes, 5 de diciembre de 2017

Descanso

Cuando en las calurosas tardes del mes de julio el sol aprieta, no hay nada mejor que una sombra donde sentarse y un botijo con agua fresca para saciar la sed.

Ya es difícil encontrar botijos en donde beber. Han sido sustituidos por botellas de plástico, super higiénicas, llenas agua de cualquier manantial de nuestra península.

Recuerdo haber ido de pequeño a lomos de una burra a por agua al pozo, en él se llenaban las vasijas de barro que luego abastecerían de agua al molino el resto de la semana. Era un auténtico jolgorio para nosotros, niños aún, recorrer los dos o tres kilómetros a horcajadas sobre los burros para colmar las cántaras. Trabajo duro para los mayores, que tenían que sacar el agua del pozo tirando ellos mismos de la soga para izar el cubo.

 Aquellas aguas estaban limpias, filtradas por la tierra. Algunas eran dulces, otras no tanto, pero casi todas calizas. Por aquel entonces los campos no estaban contaminados por químicos, pues los pesticidas y herbicidas se manejaban poco. No se utilizaban los motores de gasoil para extraer el agua y nadie tiraba los envases de los líquidos una vez terminado el tratamiento al fondo del pozo, contaminando irremediablemente el acuífero.

Pero bueno eran otros tiempos y otras formas de hacer las cosas. No digo yo mejores o peores, pero sí diferentes, eso sí, sigo opinando que el agua que más refresca y más sacia es la que bebemos del chorro de un buen botijo.



Pastel sobre papel Canson 40 x 60

                                                                                             
                                                                                    Écija, 5 de diciembre de 2017


                                                                                                              Pablo Reina

jueves, 23 de noviembre de 2017

Avutardas, la rueda

Asombran la primera que las ves. Tan grandes y pesadas, no crees que puedan levantar el vuelo con tanta destreza.
Pero una vez que la divisas en cortejo, te asombran doblemente. El macho se convierte en una algodonosa bola de plumas, y seguros se pavonean. Giran, esponjan más sus plumajes e intentan llamar la atención de alguna hembra que si se ve atraída por el vistoso atavío se apareara y seguirá su camino, dejando al macho que siga exhibiéndose. No tienen la menor pretensión de pasar desapercibidos en estos períodos y pueden ser vistos desde largas distancias.
Luego la hembra, más discreta, se encargará sola de la crianza de los pollos.
Acuarela de 40x30
                                                            
                                                                     Écija, 23 de noviembre de 2017


                                                                     Pablo Reina

lunes, 13 de noviembre de 2017

La perdiz

En su oteadero, con la tarde amenazando fría noche, la patirroja se relaja apurando los últimos rayos de sol. Los toros de la dehesa pastan aún. Un elanio se cierne entre los carrizos del cercano arroyo. Solo se oye el mugido de un toro al que nadie contesta. Cae el sol y el frío pronto calara hasta los huesos.
                                                                                            Écija, 13 de noviembre de 2017

                                                                                             Pablo Reina
Oleo sobre lienzo 40 x 55 cm



martes, 7 de noviembre de 2017

El vuelo del cenizo

El solano mece los carrizos de la reseca laguna, solo los tarays permanecen verdes. Sobre ellos un solitario macho de aguilucho cenizo navega dejándose arrastrar por aire caliente que azota la laguna de Ruiz Sánchez.
Oleo sobre lienzo 40x55 cm.
                                                                                                Écija,7 de noviembre de 2017
                                                                                                 
Pablo Reina

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...