martes, 27 de octubre de 2015

Abejaruco común-European bee-eater (Merops apiaster)

Cada primavera, como muchas de nuestras queridas aves, el abejaruco cruza el estrecho para inundar nuestros campos de sus típicos coros y llenarlos, más si es posible, con sus vivos colores. Realizan un largo viaje desde África tropical, para arribar a nuestras costas sobre marzo o abril, donde anidaran en cualquier talud arenoso que encuentren.
Con la carraca o carlanco, como se les denomina por mi tierra, es uno de los pájaros más vistoso. Sus colonias son ruidosas y llenas de bullicios, parece que sus animados colores también alegran sus vidas. El incesante ir y venir a las bocas de sus largos túneles con el insecto que hábilmente ha cazado en su pico hace muy divertido visitar una de esas colonias. 
Pero, como todo ser vivo tiene sus detractores. Para lo que a la mayoría es un espectáculo de color y sonido contemplarlos, para unos pocos es una autentica plaga. Me refiero a los apicultores. Y no quiero que esto pueda parecer un ataque hacia este gremio, ni mucho menos. Durante cientos e incluso miles de años han convivido en buena relación, Aunque siempre hay algún desalmado que haya destrozado una colonia, no es lo habitual. Es cierto que un asentamiento de abejaruco cerca de una colmena causa daño, pero es un daño con el que todo apicultor responsable debe contar, pero cuando a las colmenas se les unen otros factores, como pesticidas, plagas, hongos o cualquier otro factor externo que diezman a las abejas, el chivo expiatorio suele ser el abejaruco, y se pueden ver colonias enteras cerradas las bocas de sus túneles con botellines de cerveza, y muy posiblemente con los pollos y adultos dentro de ellos. Una autentica salvajada. 
Pero los abejarucos no solo consumen abejas, cazan cualquier tipo de insectos que puedan atrapar en vuelo, como avispas, libélulas, mariposa, mocas.... y un largo etc. de estos pequeños animales.
Por tanto sigamos disfrutando de estas maravillosas aves que nos alegran la vista todos los tórridos veranos de nuestras tierras.
Acuarela



La hembra espera parada en su rama favorita cerca del nido, se atusa las plumas con su largo pico, descuidada, coqueta. El macho vuela cantando por los alrededores, cada vez que caza un insecto se lo ofrece  delicadamente a ella y rápidamente vuelve a su sus quehaceres. Con este gesto no hace otra cosa que demostrar a su pareja que va a ser un buen padre, nada más y nada menos. 


Écija, 27 de octubre de 2015

Pablo Reina



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